Hace algunas semanas sembramos en casa unas semillas de pimentón,
con la esperanza de que crecieran algunas plantas para consumir en casa.
Plantar una semilla requiere trabajo. Antes de sembrar hay que preparar la
tierra, abonarla y asegurarse que es apta para plantar en ella. Pero mayor
trabajo es el que necesita para que crezca: hay que regarla, quitar la maleza,
cuidarla de las plagas, etc. Son muchos los cuidados que hay que darle a la
semilla plantada para que se desarrolle y a la larga pueda uno cosechar lo que
plantó.
En el proceso de plantar esas
semillas de pimentón, fue inevitable pensar en el evangelio como una semilla
preciosa que es plantada. Los sembradores, todos aquellos que lo predicamos, lo
diseminamos por doquiera que vamos. Así el reino de los cielos es anunciado en
muchos lugares. Ahora bien, para que esa semilla, el evangelio, produzca los
frutos deseados –personas transformadas-
requiere de ciertos cuidados. Esos cuidados podemos resumirlos en una sola
palabra: DISCIPULADO.
En Amazonas, se ha diseminado la
semilla del evangelio a lo largo y lo ancho de la selva. En los lugares más
alejados, a días de camino, hay un templo donde se ora a Dios y eso sin duda es
una bendición. Sin embargo, la semilla ha crecido sin los cuidados que necesitaba
y por lo tanto hay algunas plagas en ella y no da los frutos deseados. La
iglesia indígena es débil y no tiene
fundamentos firmes en la
Palabra de Dios; dicho en otras palabras: requiere
discipulado. Por discipulado no me refiero a una lección semanal acerca de las
doctrinas básicas, me refiero al proceso mediante el que una persona pasa, de
congregarse e identificarse como cristiano, a llevar una vida que evidencie su
nuevo nacimiento y la formación del carácter de Cristo en él. Resulta fácil
decirlo, pero es un trabajo arduo porque son muchas las comunidades y las
iglesias que requieren atención.
Los obreros somos pocos y la tarea
puede resultar abrumadora. Son cientos de comunidades indígenas distribuidas en
miles de kilómetros cuadrados de selva. Puede parecer imposible.
Nosotros estamos convencidos de que
la clave para atender las necesidades de más comunidades y producir un
verdadero impacto es que sean sus propios líderes que lleven adelante esta
tarea usando como vehículo su propio idioma. Ahí nos encontramos con otra
dificultad: la situación de los líderes no es muy diferente a la de iglesia en
general. Pero, esa dificultad se convierte en oportunidad si nos enfocamos en
la formación de esos lideres como discípulos; esto puede generar un efecto
dominó en las vidas de esas comunidades: Líderes transformados = Iglesias
transformadas = Comunidades transformadas.
En eso andamos, eso es lo que
hacemos, con la ayuda insustituible del Espíritu Santo.